¿A dónde me lleva?

A veces cerca, otras demasiado lejos. Corro, camino, me pierdo, lo pierdo. Por momentos, estiro las manos y siento que puedo rozarlo. Sin embargo... ¿Llegaré a alcanzarlo?

Entonces, despues.

La misma sensación que se hacía nuevamente presente. Y cada vez más. Ya no podía mirarlo a los ojos. Ya no podía mirarlo para nada.
Entonces.
Suspiró y comenzó a juntar las cosas que se encontraban esparcidas por el suelo. No dejar nada a mano, la guerra se avecina. Algo así pensó.
Atrás quedaban los hermosos momentos en los que ese desorden había sido un halago para sus sentidos. La excusa perfecta para sacarse la ropa y dejarla colgando de una silla, o comer spagetti en la cama. O ambos.
Era difícil hablar, tener que dar motivos y explicaciones dolorosas. Mejor sonreir y dejar que el tiempo suavice las asperezas con sus caricias.
Después, correr. Antes de que estalle la bomba.
De lejos no se escucha el llanto de los que sufren. Y los amaneceres siempre son esperanzadores.

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